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Adiós, Hodgkin; ¡hola, vida!

Un linfoma de Hodgkin no pudo apagar la luz de Jhoana. La joven nos comparte su experiencia de lucha contra el cáncer y cómo logró vencer la enfermedad.

Desde la sala de su casa ubicada en el municipio de Sogamoso, en Boyacá, Jhoana Marixa Jiménez Rincón, una joven de apenas 17 años, reflexiona sobre los meses más desafiantes de su vida. Con una sonrisa serena, que mantiene permanente en su rostro y que contrasta con la intensidad de su relato, narra su recorrido desde el diagnóstico hasta el momento en el que fue declarada como libre de cáncer. “Desde el principio dije que no quería que me trataran como una enferma. Quería seguir siendo yo misma, tener una vida normal, a pesar de todo lo que estaba pasando”, cuenta con determinación.
El camino comenzó a finales de 2022, cuando los primeros síntomas se manifestaron. “Inicialmente, tenía como un apretón en el pecho, como si no pudiera respirar, y se me dificultaba, por ejemplo, a la hora de hacer algún ejercicio, sentía como una presión que no me dejaba sentir el aire. Primero, pensamos que era el corazón, porque también el corazón se me aceleraba, y tenía constantemente el apretón en el pecho”, recuerda. Sin embargo, las pruebas iniciales no arrojaron respuestas claras.

“Fue un golpe muy duro, pero el cirujano nos tranquilizó»

En diciembre de ese mismo año, una pequeña protuberancia en su cuello se transformó rápidamente en una masa más grande. Fue esa una señal de alerta. “Me empezó a salir como una alverjita, superpequeñita y, de la nada, terminó siendo gigante —describe Jhoana—. Era incómodo para acostarme de un lado, moverme, para cargar la maleta para ir al colegio (…) Ya después había quedado como del tamaño de un limón. Me empezaron a hacer los exámenes, me hicieron una tomografía de tórax, creo que se llama, y ahí aparecía que en el pulmón también tenía otra masa que era la que estaba impidiendo que pudiera respirar bien. Luego, en febrero de 2023, me hicieron la cirugía (para extraer las masas) y mandaron una muestra para patología”.
 
La incertidumbre y el diagnóstico
Con la voz entrecortada, Diana Inés Rincón, su madre, rememora el momento en que una biopsia confirmó el diagnóstico de linfoma de Hodgkin con esclerosis nodular, un tipo de cáncer que afecta el sistema linfático (parte del sistema inmunitario, que protege el cuerpo contra infecciones y enfermedades). “Fue un golpe muy duro, pero el cirujano nos tranquilizó: «Sé que es un momento difícil para la niña, para ustedes como familia, pero no se preocupen que ella no se va a morir. Debe llevar un proceso, un tratamiento, puede que tenga que retirarse del colegio, puede que se le caiga el cabello, pero no es que se vaya a morir»”, comenta. A partir de entonces, Jhoana enfrentó una maratón de citas médicas y tratamientos que la llevaron a desafiar los límites de su fortaleza física y mental.
 
“El 10 de marzo tuve mi primera consulta en oncología y me internaron de inmediato”, relata Jhoana. Así comenzó un ciclo intensivo que incluyó 12 sesiones de quimioterapia y 12 más de radioterapia. Aunque el proceso tuvo sus altibajos, ella lo describe como “bonito, dentro de lo que cabe”. Agradece la rapidez con la que se llevaron a cabo todas sus atenciones y el apoyo de su familia, que nunca la dejó sola.
El papel de la actitud y la resiliencia
A pesar de las dificultades, Johana decidió mantener una perspectiva positiva. “No quise dejar de ser persona. Les dije a mi familia y a mis amigas que no me preguntaran sobre la enfermedad, sino sobre mi vida. Quise vivir normal, comer lo que me gustaba, y nunca permitir que el cáncer me definiera. Mi mentalidad nunca fue de decir «tengo cáncer», sino «estoy en un tratamiento para estar mejor»”, afirma con una madurez que trasciende su edad.
 
El proceso no estuvo exento de retos. Las sesiones de radioterapia fueron especialmente difíciles debido a complicaciones como una infección pulmonar y problemas estomacales que la llevaron a una hospitalización de ocho días. Pese a ello, Johana encontró motivos para seguir luchando. “Conocí a un niño pequeño con una energía increíble. Me enseñó a vivir un día a la vez. Su mamá también fue un gran apoyo para la mía. Fue un regalo encontrar a personas así en el camino”, comparte con un brillo en los ojos.
 
Hoy, Johana celebra estar libre de cáncer y repasa sobre las lecciones que este recorrido le dejó. “Aprendí a amarme tal como soy. Antes me preocupaba por cosas superficiales, pero ahora valoro cada parte de mí. Mi cuerpo ha sido mi mayor aliado en esta lucha”, dice con orgullo.
 
Diana Inés también destaca el impacto positivo que la experiencia tuvo en su familia. “Nos enseñó a tener más fe y a agradecer por cada pequeña victoria.
 
Cuando nos dijeron que el cáncer había desaparecido, fue como un sueño hecho realidad”, expresa emocionada.
 
Johana sabe que el camino no ha terminado. Los controles médicos cada tres meses son un recordatorio constante de la fragilidad de la salud, pero también de su fortaleza. Con una sonrisa que irradia esperanza, concluye: “Esto no me derrotó; me hizo más fuerte”.

“Conocí a un niño pequeño con una energía increíble. Me enseñó a vivir un día a la vez»

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