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El día que se detuvo el corazón de Arturo

El 18 de julio de 2021, Arturo Largo López sufrió un infarto. En esa misma fecha ingresaron al hospital otros cinco pacientes con un diagnóstico parecido. Él fue el único sobreviviente.

63 años, deportista aficionado, desde que recuerda ha tenido hábitos saludables. Evita los dulces y come bajo en sal y grasas. Trata de enojarse poco. Tiene una vida muy tranquila.

Arturo Largo López ha hecho lo necesario para gozar de una buena salud. Quizá por eso nadie entiende por qué el pasado domingo 18 de julio –mientras hacía ejercicio en las playas de Cartagena­– sufrió un infarto agudo de miocardio, parada cerebro cardiopulmonar y muerte súbita.

Había llegado de vacaciones a Colombia proveniente de Madrid (España), donde reside. Ya estaba próximo a regresarse cuando su hija Natalia lo invitó a pasar ese último fin de semana con ellaen La Heroica. Aterrizó el viernes desde Cartago (Valle del Cauca), para organizar el cronograma del fin de semana: irían el sábado al Centro Histórico a compartir con amigos y disfrutar de lo que sería su último plan en su país natal.

Esa mañana hizo lo de siempre: levantarse temprano a hacer actividad física. Para él era tan necesario como desayunar. Era su hábito más natural. Salió del edificio a eso de las 7 de la mañana para entrenar y se fue caminando a paso ligero desde la entrada del barrio Bocagrande hasta el sector de El Laguito. Traía con él solo una bolsa con sus llaves y el celular. Cuando estaba por volver a casa, el mundo se le vino encima, como lo describe en sus palabras:

Cuando me toca regresarme, sentí un plomazo aquí (señala su pecho), pero duro, duro; una cosa terrible, entonces yo dije: ‘¿qué será lo que me pasa?’. Me recosté a un árbol, y ya el oxígeno se me había ido, ¡ya no tenía oxígeno!… ya ahí es cuando uno ve estrellas, porque todo comenzó a ser estrellas. Eso fue instantáneo, el golpe fue duro y caí al suelo”, cuenta Arturo, como si todavía le doliera el pecho.

Por alguna razón que ella todavía no comprende, de esas a las que les llaman corazonadas, Natalia sentía que debía salir a buscar a su padre, que algo no andaba bien. A ella no le gusta exponerse al sol, no soporta estar tan cerca de la playa; sin embargo, sentía la necesidad de ir por su papá. Le pidió a un trabajador del edificio donde vive que la acompañara a buscarlo. Y ahí yacía Arturo: tirado bocabajo sobre la arena, como si estuviera muerto.

Dios mío bendito, esto ya terminó para mí. Eso era lo que pensaba cuando estaba en el suelo, incluso, caí en la arena bocabajo y se me estaba metiendo tierra por la boca. Tragué arena en mi desespero por respirar, pero no podía, no me llegaba el aire. Y en ese momento aparecieron ellos, pero, aún con ellos ahí, yo sí sentía que me iba a morir. Sabía que ya no tenía muchas probabilidades de vivir”, relata Arturo.

Entre los dos –Natalia y el trabajador del edificio– lo levantaron. Ahora el problema era encontrar a alguien que los llevara al hospital más cercano, pues ningún taxista se detenía a prestarles el servicio. Arturo cree que debió ser que pensaban que él estaba borracho, porque no se podía ni sostener por sí mismo. En esas, un conductor de taxi entendió lo que estaba sucediendo, se detuvo y, en cuestión de minutos, los llevó al Nuevo Hospital de Bocagrande. En esta institución atienden las urgencias de Coosalud, EPS a la que Arturo está afiliado.

Oía a la niña (Natalia) muy confundida, y también a toda la gente enojada, porque había otros pacientes con problemas también ahí de lo mismo que esperaban ser atendidos. Yo en el hospital estaba inconsciente, pero a la vez estaba consciente, porque escuchaba y veía luces, muchas luces. Se me acercó el primer enfermero a hacerme reanimación cardiopulmonar. Yo sentí una presión muy dura; luego él descansaba y venía otro y así, hasta que terminó. Luego me ingresaron y, de ahí para allá, no recuerdo nada más”.

A Arturo le diagnosticaron muerte súbita abortada. Recuerda –y lo asegura– que, mientras estuvo en ese estado, viajó entre las nubes a un lugar en el que estaban varias personas cercanas a él que habían fallecido, entre ellas, su hermano, quien hace dos años murió.

Yo me sentía entre las nubes volando al estilo de Superman. Veía desde las alturas mucha violencia y muchas personas que conozco que están muertas. Pero lo más bonito es que pude hablar con el hermano mío. Él se veía más joven que cuando murió. Tenía una camisa de cuadros roja y estaba bastante lúcido, entonces eso me impresionó mucho. Comenzamos a charlar y yo le decía que me cogiera de la mano y él me decía que no, que yo tenía que regresar”, narra, entre lágrimas, Arturo.

Cuando reaccionó, se vio con un respirador y lleno de cables. Ahí entró en negación y se intentó quitar todos los aparatos. No reconocía a nadie, ni siquiera a sus dos hijas: Natalia y Colombia. Con el pasar de los días, ellas le mostraban videos y fotos y, de pronto, sus recuerdos fueron regresando a su mente.

Durante 15 días estuvo internado en el Nuevo Hospital de Bocagrande, donde la atención fue excelente, según destaca, y el trato humano del personal médico, insuperable.

Tuve como médico de cabecera al doctor Kendel, sí, el cardiólogo. Él y todo su equipo son maravillosos. Hicieron lo imposible para yo me recuperara y lo lograron, a pesar de que les di mucha guerra, pero lo lograron”.

Tras su salida del centro asistencial, Arturo continúa en un tratamiento riguroso que incluye varios medicamentos al día, mucha tranquilidad, actividad física y una dieta balanceada. La principal secuela que le dejó el suceso fueron los nervios, que espera superar con la ayuda psicosocial que está recibiendo.

El mejor momento después de lo que me pasó fue cuando supe que había llegado mi esposa, Adri, con Alejandro y Santiago, mis niños menores, a Cartagena (desde España). Eso fue una sorpresa muy grande, fue muy bonito, porque yo en ese momento estaba muy mal, a mí los nervios me traían muy inestable, pero cuando yo los vi a ellos como que todo volvió a la calma. La familia tiene todo que ver en la recuperación de un paciente”, recalca.

El deporte salvó su vida

El día que Arturo sufrió el infarto, ingresaron al hospital otros cinco pacientes con un diagnóstico parecido. Él fue el único sobreviviente. Los expertos que atendieron su caso consideran que su condición física y hábitos de vida saludable fueron determinantes para que se mantuviera con vida.

Los médicos le dijeron que, al parecer, lo que le sucedió fue congénito: un hermano de Arturo murió hace dos años por un tema similar y el otro, que es ciclista, usa un marcapasos: “Lo mío fue distinto, fue un ataque de pulmón y de corazón, porque, según el dictamen médico, el corazón estaba ya bastante grande. Lo mismo los pulmones, las arterias estaban… no, yo estaba para reventar por cualquier lado”.

Quien ve a Arturo infiere que es un deportista, su anatomía lo delata. Es corpulento, fuerte, tiene una sonrisa amplia y siempre parece estar liberando endorfinas. Es un tipo muy simpático. Para seguir con su recuperación, ha compartido su testimonio con otras personas que han vivido una situación similar; ha realizado 25 sesiones de Reiki –un método de relajación espiritual–, come más sano que antes y lleva su tratamiento médico rigurosamente. Su hijo Alejandro tiene el celular lleno de alarmas de recordatorio. No se le puede pasar ninguna de las nueve pastillas que toma a diario.

Yo conté con mucha suerte: tenía una EPS muy buena y recibí una atención maravillosa en el Hospital Bocagrande. Adoro a las dos enfermeras que me cuidaron en esos días tan horribles para mí. ¡Qué atención tan maravillosa! Oiga, ¡qué empeño le pusieron para que yo saliera adelante! Le debo mi vida a Dios, a Coosalud, a los médicos del hospital y a mi familia. El amor de ellos ha sido la mejor medicina para recuperarme de esto tan duro que me pasó”.

Arturo ya regresó a Madrid con su familia. Esta entrevista fue unas horas antes de su partida. Sin embargo, estas vacaciones que pasó en Colombia se quedaron con él para siempre: “En un minuto la vida te cambia. Ya no soy el Arturo de siempre. Me siento otro. Soy un Arturo mejor”, concluye sonriente.

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