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Rafaela siempre sonriente luego de ganar su lucha contra el cáncer de mama

“Esta enfermedad es para valientes”

Cada 19 de octubre se conmemora el Día Mundial de la Lucha contra el Cáncer de Mama, para sensibilizar a la población acerca de la importancia de atender a tiempo las señales de alerta. Rafaela y Gloria María, afiliadas a Coosalud EPS, han demostrado su valentía de diferentes maneras. La primera, afrontando sola su tratamiento, lejos de su familia y, la segunda, acudiendo a consulta médica, aunque le atemorice enfrentarse a un diagnóstico.

Hay un conocido adagio popular que dice que Dios pone sus más grandes batallas a sus mejores guerreros. Quienes han visto de cerca la historia de Rafaela Vélez Jiménez podrían asegurar que ella es una prueba fehaciente de ese proverbio.  

Nació en San Pedro de Urabá, un municipio ubicado en el noroccidente del departamento de Antioquia. Su padre fue una de las 262.197* víctimas fatales que dejó el conflicto armado en Colombia. Lo mataron cuando yo tenía 2 añitos de edad. Allá mismo, en San Pedro”, recuerda Rafaela.  

Tras esta situación, la enviaron a quedarse en la finca de su abuela, en la zona rural del mismo municipio. Allí permaneció hasta los 7 años, cuando nuevamente la guerra tocó las puertas de su hogar, y se convirtió en una de las más de seis millones* de víctimas de desplazamiento forzado en el país. “Nos hicieron salir de la finca y de ahí me fui a vivir al pueblo otra vez, donde mi mamá. Mi abuela murió de depresión, por haber perdido todo”.  

Luego, estuvo una temporada en Bogotá, con su hermana Aurora, con quien siempre ha tenido un vínculo cercano; después, regresó a su natal San Pedro, donde, siendo muy joven y con poca orientación sobre un proyecto de vida, se comprometió con un señor “mucho mayor”, como ella misma lo aclara. Con él, tuvo a sus dos hijos varones: Julián y Roberto, que hoy ya tienen 29 y 24 años, respectivamente. 

Conoce la historia, narrada por sus protagonistas

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Retornó a Bogotá. Allí trabajó alrededor de cinco años y, posteriormente, se mudó a Barranquilla, en busca de nuevos horizontes. En la capital del Atlántico, comenzó a laborar en una tienda de suplementos deportivos, donde conoció al que más tarde se convertiría en el papá de María Victoria, su hija, que ya cumplió 11 años.  

Tras más de una década juntos, se divorció y quedó sin empleo, pero como nunca ha sido de quedarse quieta, se vinculó a una compañía de ventas por catálogo, donde alcanzó a conformar un equipo de 250 vendedoras a su cargo. Llegó a posicionarse como líder regional, pero renunció porque le negaron un viaje a París que se había ganado, situación que, desde luego, le pareció injusta. Ha sido tanto su talante que hasta llegó a manejar mula y, en ese “lleva y trae”, descubrió un negocio rentable de transporte de mercancía entre diferentes territorios del Caribe colombiano. 

Así se enteró de que tenía cáncer

Hace alrededor de tres años, Rafaela volvió de nuevo a Bogotá, donde comenzó a trabajar como empleada de servicio doméstico. A mediados de 2021, si bien, no había tenido ningún percance de salud, como el covid-19 seguía (sigue aún) “rondando en el ambiente”, prefirió probar si su EPS, Coosalud, le funcionaba en la capital del país.    

“Nunca sentí nada… Yo usaba muchas fajas, y yo decía era que la faja me había sacado un gordito por acá —manifiesta, mientras se señala la parte lateral de su seno izquierdo—. Saqué una cita, simplemente para ver si la EPS me funcionaba acá en Bogotá. Y pues en esa cita, realmente, no tenía nada que decirle al médico, porque nunca sentí nada, yo trabajaba normal. Entonces, le dije al médico: «Mire, es que la faja me ha sacado como un gordito aquí». El doctor me examinó y me dijo: «No, lo que tienes aquí parece, más bien, un tumor». 

“Cuando me entregaron la biopsia, —continúa— ahí sí ya como que se me derrumbó todo, porque me dijeron que tenía un cáncer en nivel 3, que el tumor estaba muy grande, que tenían que empezar a tratarme. De ahí me dieron cita con el oncólogo. Le doy gracias a Dios, porque todo fue muy rápido”. 

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Rafaela

Rafaela recuerda con lágrimas cuando la diagnosticaron

Ahora, Rafaela estaba incluida dentro de una nueva estadística nacional. Y es que, de acuerdo con las cifras más recientes de la Organización Mundial de la Salud (OMS), cada año se reportan más de 15.000 nuevos casos de cáncer de mama en Colombia, por lo que este tipo de cáncer ocupa el primer lugar en prevalencia, con el 13,7 % de los casos en el país. No obstante, el diagnóstico temprano y la oportunidad en el inicio del tratamiento son las claves para mejorar el pronóstico de la enfermedad y la calidad de vida de las mujeres que la padecen. 

Rafaela comenzó su tratamiento con un ciclo de 11 quimioterapias, una cada 21 días. Luego, cuando ya le habían disminuido el tumor, le practicaron tres cirugías, durante una jornada de nueve horas continuas. Fue el 23 de mayo de 2022, entre las 8 de la mañana y las 5 de la tarde.  

Ese primer ciclo de quimios fue muy duro para ella, no solo por el desgaste físico que representa enfrentarse a este tipo de tratamientos, sino por su estado emocional, pues ha tenido que asumir el diagnóstico sin la compañía de su familia, aunque con su apoyo permanente a la distancia.  “Me puse muy mal, me tocó dejar de trabajar, porque el cuerpo ya no me respondía. Me vine a vivir aquí a este apartamento, aquí he vivido, sola, durante un año y dos meses, todo el proceso de mi enfermedad”.  

Después de las intervenciones quirúrgicas, vino un nuevo ciclo de quimios un poco “más suaves”: una cada tres semanas, acompañada de una quimioterapia oral, el Tamoxifeno, una pastilla que, aún a la fecha, debe tomarse diariamente. Luego, en junio pasado, le programaron 30 radioterapias, una diaria.  

Rafaela reconoce que, dentro los momentos más complejos tras el diagnóstico los vivió cuando tuvo que contarles a su mamá y, posteriormente, a su hija, que padecía esta enfermedad. “«Mami, tú no me quieres, ¿por qué me dejaste con mi papá?» —me decía mi niña—. Yo no encontraba respuesta que darle y eso nos estaba afectando a las dos. La psicóloga que llevaba mi caso me recomendó que viajara a Barranquilla y me la llevara a un lugar tranquilo para explicarle. Tomé la decisión, viajé y me fui con ella para Santa Marta, me la llevé a la playa”. 

— Mami, ¿porque está calva?, ¿qué te echaste en el pelo que te lo dañó?  

“Yo le dije: «Mi amor, te tengo que contar algo». Y me senté con ella, a la orilla de la playa. Le empecé a contar que yo estaba en un proceso, que yo tenía una enfermedad, y ella me dijo: «Ah, ya yo sé qué es, ya yo me lo sospechaba, porque tú estás calva». Y se puso a llorar conmigo. Cuando le conté todo, ya quedó más tranquila. Ella me llama todos los días, a toda hora: «¿Qué haces, mami?, ¿qué vas a hacer hoy? Mira, no vayas a comer eso, que eso no lo puedes comer»”.  

En proceso de diagnóstico

A unos 400 kilómetros de Bogotá, en el barrio Miraflores de Bucaramanga, vive Gloria María Ordóñez Ballen, en el hogar conformado por su esposo, Gustavo Carrero; su hija, Sandra, y Neymar Steven, el menor de sus nietos. 

Cuando tenía escasos 18 años, doña Gloria María perdió a su madre como consecuencia de un cáncer de estómago. Por eso, aún a sus 76 años, cada vez que le mencionan el nombre de esa enfermedad, se siente vulnerable, se altera. Esa fue precisamente la razón por la que había postergado tanto la visita al médico. Le daba pánico enfrentarse a un diagnóstico.  

Hace algunos meses, comenzó a sentir una molestia en su seno izquierdo: “Una pepita ahí, pero yo no le puse mucho cuidado, porque, cuando yo tenía 16 años, me salió un quiste acá en el seno derecho y eso sí duré poquito con eso; me lo sacaron y, gracias a Dios, no me salió nada grave, un quiste ahí, pero esto de ahora sí está como raro eso ahí, grande”. 

La rutina diaria de esta bumanguesa, también afiliada a Coosalud EPS, incluye dedicarse a los quehaceres del hogar, como preparar los alimentos, lavar la ropa, mantener limpia la casa y ver una que otra telenovela mexicana para distraerse. ‘La que no podía amar’ es una de sus favoritas por estos días. También permanece atenta a los perros y gatos que la acompañan. Le gustan mucho los animales. 

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Entre su hija y Luis Osvaldo, su nieto mayor, querían interrumpir esa rutina para llevarla al médico, pero Gloria María seguía reusándose a asistir. “Ellos todo el tiempo me decían: «Vea, mamá, ¿voy y le saco una cita?; camine, mamá, yo la llevo»; el nieto mío también me decía: “«Mamá, ‘nona’, yo la llevo», y yo: «Ay, ya, papito, otro día voy, otro día»”.  

Una visita de una agente comunitaria de la IPS Salud Familiar, una de las entidades que realiza seguimiento domiciliario a los afiliados de esta EPS a nivel nacional, la motivó a asistir a consulta médica. De hecho, la acompañó a la cita de revisión inicial. “Gracias a Dios, la señora fue la que me animó a ir donde el médico. Me dijo que, de verdad, le pusiera cuidado, que, como no podía ser nada, podía ser algo grave”. 

Tras revisarla, el médico le ordenó una ecografía y, luego de ver los resultados, la remitió a consulta con ginecología. El especialista le hizo un masaje en toda esa región de su cuerpo, la examinó en la zona del seno izquierdo, incluido el brazo y la axila y, finalmente, le dio la orden para una biopsia.   

Justamente mañana, 20 de octubre, tiene programado este procedimiento, que pronto determinará su diagnóstico y el plan de tratamiento frente a su condición de salud.  

Entre tanto, a principios de octubre de 2022, Rafaela comenzó un nuevo ciclo de quimios, esta vez, en el Centro de Tratamiento e Investigación sobre Cáncer Luis Carlos Sarmiento Angulo (CTIC), un referente internacional en el manejo de esta patología. 

“Esta enfermedad es para valientes, y para las que no sean valientes también, porque yo no era valiente y me tocó aprender”, apunta la antioqueña de 44 años, al tiempo que enumera sus motivaciones continuar luchando contra esta enfermedad. “Lo que me motiva a seguir es, primero que todo, yo misma, porque todavía me siento con ganas de vivir. Vivir para afrontar todo lo que Dios tenga preparado para mi vida; para ver crecer a mi hija, verla convertida en una profesional, ese es mi sueño; estar al lado de mi mamá, aunque no esté al lado de ella físicamente, pero que al menos ella sepa: «Mi hija está ahí y está guerreándola»”.  

*Cifras del Centro Nacional de Memoria Histórica. 

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