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“Hija mía, luchemos juntas, yo estoy aquí”

En 2018, Yojanis Herrera Coronado fue diagnosticada con cáncer de ovario. Su mamá, Norenis Coronado, ha sido su mayor apoyo en el proceso con la enfermedad.

Al principio, los doctores creyeron que se trataba de una apendicitis y, bajo ese concepto médico, fue ingresada a cirugía. Ya en el quirófano, ellos mismos descubrieron que era un tumor lo que había estado generando el intenso dolor abdominal y la fiebre en Yojanis.

Fue en mayo de 2018. “Ese día, el 5 de mayo, me mostraron el tumor, se veía bastante grande, y me entregaron a mi hija. Esa masa fue enviada a patología y ya, después nos fuimos para el pueblo”, comenta Norenis Coronado Ortiz, madre de la menor.

El pueblo al que Norenis se refiere es Pijiño del Carmen, un territorio con alrededor de 11.000 habitantes, jurisdicción del departamento del Magdalena. A unos 15 minutos de la cabecera municipal se encuentra ubicada la vereda Filadelfia, en la que residen entre 80 y 85 familias, incluida la de Yojanis Herrera Coronado.

A los pocos días de haber sido diagnosticada, la adolescente comenzó su tratamiento para hacerle frente al cáncer de ovario que le habían detectado. “Fueron casi dos meses internada en la clínica, haciéndole distintos estudios para determinar el tratamiento que la pudiera ayudar. De ahí empezaron todas esas quimios. En varias ocasiones, veía a mi niña decaída, triste, ella me decía: «mami, ya no quiero seguir», pero yo le respondía: «hija mía, es por tu vida, luchemos, luchemos juntas, yo estoy aquí»”, relata esta madre de cuatro hijos: dos niñas (incluida Yojanis) y dos niños.

Durante los siguientes ocho meses, los días de Yojanis y su mamá transcurrieron con visitas periódicas a Santa Marta para continuar con los controles y quimioterapias. Debían salir hacia las 3 de la mañana en moto para Pijiño del Carmen y de ahí recorrer cinco horas hasta la capital del Magdalena. “Parecerá extraño, pero ese año en el que le detectaron la enfermedad a mi hija fue, por decirlo así, uno de los mejores años de mi vida, porque eso me enseñó a valorar más las cosas que yo pensaba que no tenían sentido, las cosas simples de la vida”.

En Santa Marta, Coosalud les habilitó un albergue para que no tuvieran que estar viajando con tanta frecuencia. “Hice una nueva familia con las personas que allí viven, que luchan contra la misma enfermedad, pero con diferentes características. Ellas me han ayudado muchísimo, me han enseñado a ser más fuerte, a ser mejor cada día”, manifiesta Norenis.

Con varias de esas personas, ambas tuvieron la oportunidad de compartir en una visita al Acuario Mundo Marino, ubicado en el sector de El Rodadero, actividad que la EPS organizó con ocasión del Día Mundial del Cáncer Infantil, en febrero de 2020, un mes antes de la llegada del covid-19 a Colombia.

La niña ya tiene 15 años y cursa 9º en una institución educativa de Cabrera, un pueblo vecino que queda a unos 15 minutos del suyo. En condiciones normales, ajenas a la pandemia, ella y sus hermanos se levantan a las 4:00 de la madrugada para alistarse, desayunar y coger un autobús con destino a su colegio. Regresan a casa a la 1:00 de la tarde.

Tras la detección de la enfermedad fue necesario hacer varios cambios en la alimentación de Yojanis, los cuales se hicieron extensivos al resto de la familia, según apunta su mamá. “Cero enlatados, cero papitas fritas, menos azúcares, nada de conservantes y pues eso nos ayuda muchísimo. Y bueno, nos hemos quedado así, tratando de comer sano”.

Norenis tiene claro cuál ha sido, sin duda, la situación más alucinante en el proceso del cáncer de su hija. “Finalizar las quimios fue un momento emocionante. Lloré de la alegría, porque había llegado el día por el que tanto había pedido a Dios. La doctora me dijo que le daba un año para alejar más la posibilidad de que volviera a venir la enfermedad y ese año se cumplió el 28 de febrero (de 2020), pues a medida que vaya pasando el tiempo, menos probabilidad hay que regrese”.

En contraparte, uno de los momentos más duros para Yojanis fueron los cortes de cabello. “En su primera rapada de pelo estaba muy contenta, porque se iba a ver muy diferente, iba a tener un nuevo look, pero ya en su segunda rapada le costó desprenderse de su cabello y en la tercera, ni se imagina, lloró muchísimo, ya no se acostumbraba a estar rapada”.

Pero hoy Yojanis es una niña más fuerte. El cáncer la obligó y, al mismo tiempo, le enseñó a serlo.

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