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La ‘cesta’ de Wilson hacia una nueva vida

En el baloncesto, este joven de 26 años halló la salida para enfrentar su nueva realidad. En 2014, quedó en silla de ruedas luego de un enfrentamiento entre miembros de una pandilla.

El 9 de febrero de 2014, la vida de Wilson David dio un giro de 180 grados. Ya llevaba alrededor de 13 meses de estar enlistado en el Ejército, tras haber dejado atrás el mundo de pandillas, armas, drogas y adicciones que lo estuvo consumiendo desde sus primeros años de adolescencia. Melissa, una niña de su barrio por quien se sentía atraído, fue quien lo impulsó a alejarse de ese camino, como él mismo lo relata. “Era la más hermosa, porque no salía, no tenía ‘malas influencias’ y se mantenía dedicada a su estudio. Entonces ella me dijo que, si quería tener algo con ella, tenía que cambiar mi estilo de vida. Y realmente me ayudó bastante en ese proceso de cambio”.

Ese día, Wilson había salido de permiso y aprovechó para departir en un establecimiento de Santiago de Cali, ciudad de donde es oriundo. “La anterior banda en la que yo mantenía se había dividido en dos y, pues, se estaban matando entre ellos mismos. Yo llegué ese día, me tomé unos traguitos y todo normal, pero estaba en el lugar equivocado. Resulta que llegaron unos a “dar bala” y, pues, como ya no era mi estilo de vida, yo no corrí, ni nada. Entonces, uno de ellos me dijo que todo bien, que no había vuelta, que me quedara tranquilo y yo me confié; pero otro sí me dijo: bueno, pues ya no hay vuelta, entonces yo llego y volteo la espalda y me pone el arma en la cabeza”, relata.

Tras recibir varios disparos, el joven fue conducido al hospital de Los Chorros, desde donde fue remitido al Universitario del Valle (HUV). Allí permaneció durante varios días. “De ahora en adelante, sus manos serán sus pies”, le dijo la fisiatra el día de su alta médica.

Wilson David Meza Erazo había sufrido un traumatismo raquimedular a la altura de la vértebra T4, el cual le causó una hemiplejia (trastorno por el cual se paraliza la mitad del cuerpo) que lo dejó en silla de ruedas.

En el baloncesto, este joven de 26 años halló la salida para enfrentar su nueva realidad. “Empecé a hacer mi terapia y allí conocí a la profesora Olga Lucía Hincapié, que es una fisioterapeuta excelente, porque me prestó mucha atención y me cambió el chip de vida. En la terapia, comenzamos a jugar baloncesto y todo eso, de recocha, primero hacíamos la terapia propiamente y después jugábamos un ratito”.

Fue esa misma profesora a la que se refiere Wilson quien lo impulsó a vincularse al equipo al que actualmente pertenece: el Club Disfad (Discapacitados con Fe y Amor al Deporte). De hecho, con ese equipo representó a su ciudad en el Torneo Nacional Interclubes de Baloncesto en Silla de Ruedas, que se disputó en Medellín del 31 de marzo al 4 de abril pasados, y en el que se coronaron campeones tras vencer al Nordesis, de Cúcuta.

Para él había sido un sueño vincularse a este certamen, que tenía previsto desarrollarse en 2020 y fue aplazado debido a la pandemia de covid-19. Incluso había sido un sueño compartido desde que se creó el club, hace ya siete años. “Hemos participado también en juegos departamentales, en juegos municipales, en todo juego que se hace mantenemos participando. El presidente de la Liga, Gustavo Bermúdez, fue quien me invitó a unirme. La verdad, yo amo el club. Ya él estaba creado con otros deportes, pero no tenía baloncesto, que se creó en 2014, cuando yo ingresé”, apunta.

En Coosalud EPS, entidad de donde es afiliado, Wilson ha encontrado un apoyo fundamental para su tratamiento, así como lo refiere. “Yo sigo asistiendo a mis terapias, me atiende la fisiatra, me dan los insumos. Y también me mantengo pendiente a la atención de mis compañeros, porque la mayoría de los del club son afiliados y la EPS nos ha apoyado demasiado”, manifiesta.

Ejemplo de superación

El Coliseo Evangelista Mora es su templo. Wilson es alero, la posición más versátil en el baloncesto, la misma que ocupa LeBron James en la NBA. Dentro y fuera de la cancha, es un líder innato y sus compañeros lo notan, y lo destacan por su don de gente y su calidad humana. “Él es un ejemplo de superación, de motivación, cuando yo lo conocí fue en las terapias, solamente estaba dedicado a ello y, de un momento a otro, pues empezó a salir adelante y creó el club, ayudó a motivar a los muchachos para que entrenaran y vieran la vida diferente”, indica David Ortega.

Y agrega: “de él lo que más he aprendido es la fuerza de voluntad que tiene, porque él, a pesar de su condición de discapacidad, busca la manera de salir adelante, sea con el deporte, sea con el estudio, y a él le gusta ayudar a las otras personas, o sea, no busca su beneficio solamente, sino que busca ayudar a los demás a avanzar”.

Hoy, Wilson reparte su tiempo entre sus estudios de administración de empresas con énfasis deportiva, que se encuentra cursando en la Institución Universitaria Escuela Nacional de Deporte; sus entrenamientos de baloncesto y su trabajo en la oficina de Participación Ciudadana de la Secretaría Departamental del Deporte y la Recreación. Su sueño es gerenciar el Indervalle (Instituto del Deporte, la Educación Física y la Recreación del Valle del Cauca) y se está preparando para ello.

Para él, la discapacidad es mental y ve su situación como un renacer. “Dios me dio una segunda oportunidad de vida, o sea, hay gente que le pasa algo y ya de un tiro está muerto; se caen de una bicicleta y ya; hay unos de nosotros a quienes les dieron muchos tiros y estamos vivos para cumplir nuestros sueños”.

 

Wilson asegura que ya perdonó a su agresor y argumenta que esa es la única manera de seguir y sentirse bien con sigo mismo. “Cuando perdonan de corazón, todo se les abre (…) Yo diría que no debemos llevar rencor en el corazón. El que me pegó el tiro está pagando 25 años de cárcel y yo lo perdoné de corazón, incluso fui y lo visité en la cárcel para decírselo”.

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