fbpx

Nuestras vidas después de la cuarentena

Compartir en redes

La ansiedad es grande. Muchos de nosotros nos imaginamos, e incluso nos preocupamos, acerca de cómo después de esta cuarentena y confinamiento volveremos a nuestra cotidianidad, esa que fue dejada atrás a la fuerza por la crisis esparcida en el planeta por la presencia del COVID-19. Entonces sale a florecer el factor humano, el que hace parte del interior de cada uno de nosotros, en el que se encuentran, entre otros aspectos, el sentido de la amistad, el amor, la familia, la fe, el valor real de las cosas, de lo esencial en la vida. ¿Cómo se asegura que todo será diferente o, por lo menos, que tendremos otra óptica de lo que realmente nos hará felices y en armonía lo que debemos construir? Aspectos como estos son los que rondan en nuestras mentes.

 

Para todos, sin distinción alguna, esta crisis, producto de la propagación del virus, nos ha golpeado integralmente, ha ido más allá, se ha convertido en una lección de vida. Tanto así, que la operación retorno a la normalidad tendrá su proceso, tal como lo afirma Ángela Álvarez Castellar, psicóloga clínica de una IPS prestadora de Coosalud: “Considero que regresar a un punto de normalidad, o al estilo de vida que teníamos programado antes, no va a ser tan posible o tan viable inmediatamente. Es algo que se podrá dar de manera paulatina; hay que empezar a modificar nuestras estrategias de afrontamiento para las circunstancias que se avecinan”.

 

Y es que esta etapa ha causado efectos impredecibles en nuestra salud mental y, por ello, los equipos de salud también están enfocados en llegar y detectar las fisuras psicológicas causadas en la comunidad. “El reto principal de nosotros los profesionales de la salud mental, entre psicólogos y psiquiatras, está en la orientación a la población más vulnerable. Por ejemplo, en pacientes con enfermedades psiquiátricas, en antecedentes de familiares con alguna patología mental, situaciones de vida desfavorables, pobreza extrema, abuso, entre otros”, explica la especialista.

 

Con la posible llegada transitoria de la “normalidad” hay que tener en cuenta que, según expertos y experiencias entregadas en otros países, el virus en su desarrollo no va a desaparecer y, por el contrario, tendremos que aprender a convivir con él como cualquier otra enfermedad, pero lo que sí debemos hacer cada uno de los ciudadanos, independiente de la clase social o creencia, es asumir con seriedad, madurez y cumplimiento la disciplina de la prevención y de la responsabilidad con el otro en el contexto en que nos desarrollamos. Lo anterior implica cambios de comportamiento cultural, modificar nuestras conductas para blindarnos lo más posible del contagio.

 

Es así como los abrazos, besos espontáneos y demostraciones de afecto que hacíamos en la cotidianidad, incluso con extraños, tienen que manejarse con mesura, por lo menos durante una gran temporada. Esta condición se marcará con mucha incidencia en la sociedad latinoamericana, donde este tipo de manifestaciones o símbolos de sociabilidad son muy frecuentes.

 

En el regreso a la agenda de trabajo y la vida normal se hará evidente, en medio de la tensión, el miedo y la desconfianza hacia los demás y, a raíz de ello, es posible que se acumule un estrés significativo en cada individuo, “Todos estamos con incertidumbre porque no sabemos cómo va a ser el futuro, si las cosas mejorarán, si seguirán igual, qué tanto y cómo podríamos modificarnos en nosotros mismos. Lo ideal es empezar desde ya a identificar el cómo yo afrontaré esas dificultades que se me avecinan o el cómo yo me reinvento en mi trabajo, en mi contacto social. El cambio es irreversible y la única salida es adaptarnos, desde nuestros recursos cognitivos, para proteger nuestras vidas y las de nuestro entorno”, asegura Álvarez Castellar.

 

Digamos que, a pesar de todo, debemos ser optimistas y rescatar lo positivo de esta experiencia que con sorpresa tomó al mundo entero y trajo consecuencias históricas que siempre recordaremos. El cambio para bien también depende de cada uno de nosotros, de nuestra responsabilidad social. En este proceso, el tema de la virtualidad se fortalecerá y seguirá tomando fuerza como disciplina dentro de un patrón de vida, para comunicarse y alcanzar los objetivos. “Hay que empezar a trabajar entre nosotros, en cómo podemos cumplir con esa socialización virtual, para hacerla un poco más estrecha, un poco más amena, retomando la rutina de a poco. Igualmente, identificar cuáles son esas emociones que sentimos en el momento, cuáles son esos pensamientos y dejar ir todas esas preocupaciones: debemos garantizar el poder comunicar a los demás, expresar cómo nos sentimos y no dejar que las habilidades sociales de nosotros disminuyan al 100%, sino modificarlas, adaptarlas a las nuevas circunstancias. Pienso que ese es uno de los puntos más importantes”, concluye la psicóloga clínica.

Comparte tu opinión

Ir al contenido