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Prevenir para vivir: una citología libró del cáncer a Isabel

Isabel Cristina Mosquera Manyoma, una afiliada de 63 años residente en Popayán, comparte su experiencia de vida y cómo un examen de rutina permitió detectar y superar a tiempo un posible cáncer de cuello uterino. Su historia es un llamado a la prevención y al autocuidado.

En un tranquilo sector del barrio Bello Horizonte de Popayán, capital del departamento del Cauca, reside Isabel Cristina Mosquera Manyoma, de 63 años. Ahí llegó hace un tiempo, proveniente del municipio de Jamundí, en el Valle del Cauca. Su sola presencia emana energía y vitalidad, las cuales ella misma reconoce. “Me veo más joven porque yo no tomo, yo no me trasnocho, entonces, sí, eso ayuda”, dice con una sonrisa que refleja su optimismo.
 
Desde hace varios años, Isabel adoptó el hábito de cuidar su salud con responsabilidad. “Me gusta hacerme mi citología, mi mamografía, mis exámenes de rutina”, apunta, consciente de que la prevención es clave. Este hábito le salvó la vida, cuando precisamente una citología detectó un análisis irregular. “Cuando me llaman de la Casa Rosada —que forma parte de la Empresa Social del Estado Popayán— me asusté. Pensé: ¡Dios mío! ¿Qué será?”, cuenta Isabel, recordando el temor inicial.
El diagnóstico confirmó la presencia del virus del papiloma humano (VPH) en su organismo, a un nivel que, de no tratarse, podría derivar en cáncer de cuello uterino, tal como se lo indicó el especialista que hacía seguimiento a su caso. No obstante, gracias al tratamiento oportuno, Isabel recibió atención integral. “El doctor en Profamilia —institución que forma parte de la red de servicios de Coosalud, EPS a la que es afiliada—, un señor mayor, me quemó la lesión y me mandó a hacer la biopsia. Menos mal que todo salió bien, la biopsia resultó negativa, gracias a Dios”, afirma, enfatizando la importancia de no temer los procedimientos. “Eso no duele, y con tiempo se previene mucho”.
 
Su mensaje de prevención resuena en su familia y amistades. “A mis hijas les insisto: háganse la citología. Una amiga mía tenía siete años sin hacérsela. Le dije: No tengas miedo, porque eso puede salvarte la vida”.
 
La vida de Isabel no solo se define por su cuidado personal. También es reflejo de su espiritualidad y entrega a los demás. “Me gusta mucho orar y ayudar. Si alguien necesita, yo estoy ahí. No le tengo fastidio a los enfermos; al contrario, me encanta ayudarlos”, manifiesta. Su vocación de servicio se extiende a su comunidad y a su hogar, donde, por el momento, cuida de su esposo, a quien recientemente le practicaron una intervención quirúrgica.
 
“Vivo con mi esposo, primeramente, con Dios, y después de él, somos los dos”, comenta sobre su vida en pareja. Sus días empiezan temprano, con las labores del hogar y la preparación de las recetas que tanto le apasionan. “Me encanta cocinar. Hago arroz con pollo, tamales, papas rellenas… y a la gente le encantan mis tamales”, dice con orgullo.
 
La rutina de Isabel incluye también pequeños placeres como ver novelas y disfrutar de la tranquilidad de su barrio. Sin embargo, no deja de soñar. “Quiero montar un negocio, tal vez una tienda o vender comida. Me gusta servir, y eso también es una forma de hacerlo. Le doy gracias a Dios por todo. Mientras tenga fuerza, seguiré adelante”, puntualiza.
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