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«Te quiero, con seno o sin seno»

«Te quiero, con seno o sin seno»

«Te quiero, con seno o sin seno»

Las palabras de Alejandro retumbaron en su mente esa tarde de febrero cuando el médico le confirmó el paso a seguir en su tratamiento. Aún hoy, casi tres años después del diagnóstico, la siguen conmoviendo y se le corta la voz al recordar el momento exacto en el que le contó a su esposo que era necesario practicarle una cirugía para el retiro de su seno izquierdo, intervención conocida como mastectomía.

“Mi nombre es Miladys Esther Linero Ruiz, el 7 de agosto cumplí 62 años, y soy sobreviviente de cáncer de mama”, dice con firmeza.

La noticia de la enfermedad había llegado a finales de 2021. Mila —como la llaman cariñosamente— asegura que siempre ha tenido la costumbre de palparse los senos cuando se está bañando, para revisar que todo esté “bajo control”. Esa costumbre y el autoconocimiento de su cuerpo fueron dos de los factores clave para salvar su vida.    

“Un día, me sentí dos bolitas, una grandecita y una más pequeñita —relata—. Yo llamé a mi cuñada, que es médico, y le dije: «Liz, me pasa esto, me he sentido dos bolitas, pero no tengo ningún síntoma; no me duelen, no se mueven, no tengo escozor, no se me pone roja la piel, ni nada». Y ella me respondió: «Quiero que vayas donde el médico y le digas que, por favor, te mande a hacer una mamografía en el seno donde tienes las dos bolitas, y le cuentas el proceso que tiene tu hermana». Esto último lo decía porque una de mis hermanas, precisamente, estaba en tratamiento activo por cáncer de mama”.

A Mila le practicaron dos estudios iniciales: una mamografía y una ecografía. Pero como los resultados no eran concluyentes, de hecho, eran contradictorios, el galeno le solicitó una nueva ayuda diagnóstica. “Me lo explicó detalladamente: «Voy a pedir una ecografía asistida con algo que te punza en el senito, una aguja que tiene como especie de una boquita de cocodrilo. Ahí te sacan unos pedacitos, unas partículas. Lo mandamos para patología y miramos a ver»”.

Y agrega: “A los ocho días me dieron el resultado, lo llevé y el doctor me dijo: «Hay algo, pero quiero investigar más»”. Por eso, fue necesario hacerle una prueba más especializada, denominada inmunohistoquímica, cuya conclusión sí fue definitiva: cáncer ductal en la mama.

Seguidamente, vino la consulta con un cirujano oncólogo, de quien recuerda el nombre completo: Jorge Luis Zaccaro Arregocés. “Él me vio, miró los papeles, me palpó y dijo que ahí estaban (las masas cancerígenas), una grande y otra muy pequeñita, pero que, buscándola, se sentía”.

  • Tengo dos opciones —le dijo el doctor Zaccaro, según recuerda Mila—: hacer una intervención por cuadrantes, en la que solo sacaríamos la parte afectada, y la otra es quitarte toda la mama y extraemos todos esos ganglios, para “curarnos en salud” y no tener inconvenientes más adelante.
  • Si me tienes que quitar la otra (mama), quítamela también. Si Dios me va a dar vida, no hay problema.
  • No, tranquila, nada más será esta (refiriéndose a la mama izquierda).

Durante la consulta, aún con el médico a su lado, Mila se comunicó con su esposo, y fue en esa llamada que él mencionó las palabras que ella tanto recuerda. “Yo lloraba como una niña, porque me quieren por lo que soy, no porque tenga dos senos, sino por la clase de persona que siempre he sido; por mis valores, por mis principios, por mi rectitud, porque me gusta hacer las cosas bien”, comenta, visiblemente conmovida.

Y no era solo Alejandro quien la quería «con seno o sin seno», era toda su familia que estuvo ahí apoyándola en el proceso, sus dos hijos, sus dos nietas, sus hermanos, son sobrinos…; fueron todos los médicos, especialistas, enfermeras y todas las personas que conoció en este camino, incluidas otras pacientes.

Y es que, más allá de su condición de salud, Mila es una mujer que siempre está irradiando energía positiva hacia los demás. Estuvo gran parte de su vida entre el servicio a la comunidad, desde distintos roles en el sector público, y colaborando en fundaciones sin ánimo de lucro. Hoy se dedica al 100 por cierto a su hogar, a su familia, a sus amigos, a su iglesia, y a apoyar a otros usuarios de Coosalud, EPS a la que es afiliada, en la gestión de sus solicitudes, cada vez que lo necesiten y sin ninguna contraprestación. 

En su día a día, lo que más le gusta hacer es rellenar crucigramas. “Todos los días lo hago, eso mantiene mi mente activa, me conforta, me regenera. No tengo que estar tomando ‘Gatorade’ ni bebidas energizantes. También hago sopas de letras; amo escuchar mucha música y me gusta bailar, ¡me encanta!”.

Sus géneros predilectos son la salsa y el vallenato. “Sobre todo, los vallenatos antiguos —acota—, como los de Jorge Oñate, Diomedes Díaz y el Binomio de Oro, porque son divinos, unas canciones inolvidables y, bueno, uno que otro de los nuevos. La salsa me gusta toda, la romántica… toda; de pronto, del reguetón, uno que otro, pero no me llama mucho la atención”.

El procedimiento

La cirugía fue a las 5 de la tarde del viernes 18 de febrero de 2022, dato que también se mantiene en su memoria. Fue exitosa, aunque tuvo que permanecer cuatro días internada en el Hospital Universitario Julio Méndez Barreneche de Santa Marta, de donde es oriunda, porque se le elevó la presión arterial durante el procedimiento.

Diez días después, tenía cita de seguimiento para revisión de su caso. “Estaba un poco nerviosa, porque son cosas que te tambalean, aunque no quieras, aunque seas muy fuerte, de hierro; entonces, claro, estaba nerviosa”, apunta.

El concepto inicial del Dr. Zaccaro fue que no sería necesario ningún tratamiento adicional para atender la enfermedad. “Me remitieron donde la doctora Roxina Galue, quien en esa primera consulta me dijo: «Cuéntame tu historia». Le comenté acerca de mi proceso y le dije que lo que sea que me tocara, yo lo iba a hacer, yo lo iba a acatar. Ella respondió: «Primero, me voy a asesorar de otro equipo de médicos que, de pronto, tienen un poco más de conocimiento que yo». Y salió del consultorio. Duró como unos 10 o 15 minutos por fuera. Después volvió y me dio el “veredicto”.

Efectivamente, en el caso de Mila, por una fortuna, no fue necesaria ninguna sesión de quimio o radioterapia. Lo que sí requirió fue una serie de terapias para recuperar la movilidad del brazo izquierdo que, como consecuencia normal de la intervención quirúrgica, resultó afectado. En total fueron casi 200.  

“Entonces, seguí mi proceso. Cada tres meses, cada seis meses y anualmente me hacen exámenes para ver cómo se está portando el cáncer dentro del organismo y, hasta el sol de hoy, han salido perfectos, gracias a Dios y a la Virgen”.

Y agrega: “Hoy soy la misma Miladys Esther Linero Ruiz, pero en versión mejorada, soy mucho mejor que antes, porque atravesar por esto me hizo pellizcarme y hacer que otras personas se pellizquen también. Es importante que las mujeres estemos muy pendientes de nosotras, de nuestro organismo, de cualquier cambio que tengamos en nuestro físico, sobre todo, en nuestras mamas, que es donde más aparece esta enfermedad. Y siento que soy mejor persona, porque ahora me dedico a ayudar mucho más, y eso a mí me hace feliz, me llena de regocijo”.

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