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Historias de vida

Carmen Ramírez Ramos

Tras vencer el cáncer, Carmen pudo retomar su oficio

La afiliada de 75 años, dedicada a la sastrería, ha vivido casi la mitad de su vida con pólipos nasales, una afección que genera formaciones de tejido en las paredes de la nariz. Por esta afección, ha sido operada en 10 ocasiones, incluidas dos intervenciones para remover un un tumor maligno que le fue detectado en 2016.


A sus 75 años, Carmen goza de una lucidez mental envidiable. Recuerda el nombre de cada médico que la ha atendido –o por lo menos que la ha marcado– desde hace alrededor de 40 años que empezó a sufrir de pólipos nasales, una afección por la cual se generan formaciones de tejido, generalmente benigno, entre las paredes de la nariz y los senos paranasales.


Por esta condición, ya ha sido operada en 10 ocasiones. Hace unos cinco años, Carmen Ramírez Ramos comenzó a notar algo distinto en su organismo. “Fue en un tiempo en el que me descuidé. Bueno, yo me sentía bien, pero, en realidad, los pólipos, cuando ya era de tarde, me llegaban casi al borde de la nariz, tanto así que no podía respirar. Cuando me di cuenta, ya tenía la frente alta, así como un hematoma, pero eso estaba suavecito, entonces decidí a ir al médico. Fui donde el doctor Marrugo, que es el que más me ha visto, el otorrino. Me dijo: «tienes los pólipos otra vez, pero son papiloma, mejor vete pa’l hospital, para poder operar nuevamente»”, relata la longeva mujer, afiliada a Coosalud.


Entonces Carmen solicitó una cita en la que la atendió el doctor Armando Torres, que también es otorrino. Tras revisarla, identificó que tenía un tumor sobre la órbita, razón por la que fue remitida a consulta con oftalmología.


Luego de estas valoraciones, un equipo médico integrado por varias especialidades se encargó de su intervención quirúrgica. Se trataba de su séptima u octava cirugía, según afirma. Ese día le extrajeron el tumor y lo enviaron a patología. Semanas después llegó el resultado: positivo.

Conoce la historia

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Enfrentando
la enfermedad

Carmen es modista, sastre de ropa de masculina y, de acuerdo con su narración, sus amigos y conocidos le recomendaron, incluso antes de la detección del cáncer, que no siguiera cosiendo, porque probablemente el polvillo, la lana que bota la ropa, le afectaba. “Yo trabajaba en una fábrica y después me quedé aquí, en la casa, cosiendo ropa de hombre, pantalón y camisa. Tenía bastante clientela, pero me decían eso, que no siguiera cosiendo porque, de pronto, la lana de la tela me perjudicaba”.

Y agrega: “Yo le pregunté al doctor Marrugo y él me dijo: «trabaja con tapabocas, cuando vayas a cortar la tela, cuando vayas a coser». Luego, cuando me enfermé (con el cáncer), le dije: «doctor, pero dígame si yo no puedo coser más», pero él me replicó: «te voy a decir que, si tú haces normalmente tres pantalones, nada más ahora haces uno y pegas un bolsillito y después haces el otro; reduces las horas de trabajo», pero yo, en realidad, paré todo el trabajo, las máquinas estaban ahí quietas”.

En adelante, sus días se concentraron en sus visitas al centro oncológico para el tratamiento. En total, le realizaron 21 quimioterapias y 33 radioterapias. Las últimas fueron en 2016. En el intermedio, tuvieron que hacerle una nueva operación para extirparle un tumorcito que había vuelto a crecer. Desde entonces, solo ha tenido que continuar en controles periódicos para descartar cualquier reaparición de la enfermedad. Por estos días es atendida de manera virtual, por la pandemia, con el fin de reducir su exposición al virus.

“De mi experiencia puedo decir que, cuando ya no tenía células cancerígenas, alababa y bendecía al Señor, lloraba y todo, pero de la alegría y de la emoción. Cuando el doctor del cuello y cabeza, que fue el primero que me lo confirmó, me dijo: «aquí no hay rastro de masa, ni de nada», yo no podía de la dicha”, apunta, con la voz entrecortada.

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Carmen es modista, sastre de ropa de masculina.

Tiempo después de haber sido declarada libre de la enfermedad, esta usuaria –madre de un hijo varón, con quien convive, y abuela de cuatro nietos– retomó su oficio. “Estoy haciendo lo mío, pero cuando me vienen buscando para coser en gran cantidad, les digo que yo no puedo coser así, porque es un compromiso con mi salud, yo no puedo estar estresándome”.

Hace dos años, en el 2019, Carmen tuvo que permanecer un mes y medio hospitalizada, porque se le cayó el injerto que le pusieron para rellenar la abertura que le habían dejado las operaciones. Por ello, tuvo que ser ingresada nuevamente a cirugía. Recibió el alta médica con recomendación de hospitalización en casa. Una enfermera la visitaba cada dos días para realizarle curaciones.

Luego, le mandaron un tratamiento para que su cuerpo se encargara de producir carne suficiente para rellenar el orificio; sin embargo, no surtió mucho efecto. Entonces fue remitida a un cirujano plástico para gestionar una intervención para la reconstrucción de su rostro. “Pero yo dije que no, que a mí no me interesa. Yo tengo mi frente así y ya a mi edad qué voy a estar buscando, mejor me quedo con el huequito. Además, el doctor me dijo que tendría que irme de aquí de la ciudad, o sea, me trasladarían para otra (…) Yo, gracias a Dios, no siento nada de dolor. Tengo mi huequito y, cuando salgo, me pongo mi sombrerito, y como no salgo casi y menos ahora…”, concluye.

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