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Una segunda oportunidad para Fermín

A este afiliado de 63 años, la vida lo puso a prueba. Si no le realizaban la amputación de su pierna izquierda, corría el riesgo de fallecer, pues una úlcera amenazaba con esparcirse por todo su organismo.

Hace exactamente dos años, el 19 de agosto de 2019, la vida de Fermín dio un vuelco inesperado. Todo había comenzado unos seis meses atrás cuando, un día cualquiera, iba caminando por las calles del municipio de Soacha, donde residía, y se golpeó con un andén. En ese momento, se le hizo una pequeña herida en el tobillo que le fue creciendo hasta el punto de no poder afirmar la pierna.

Pasaba con una molestia permanente que no le permitía dormir, ni de noche, ni de día. Entonces, se quedaba sentado en el borde de la cama, en la cabecera que había mandado a hacer, y lograba conciliar el sueño por momentos, pero el dolor era tan insoportable que lo despertaba con frecuencia.

“Para cuando ya me sentí con eso avanzado, que ya no era capaz de caminar, yo me acerqué a los médicos. Bueno, también fui descuidado en ese sentido, pero de ahí para acá me agarran los médicos y aquí me tienen, me salvaron, porque ya yo estaba para morirme. (…) Me dijeron que tenía una ulcera y, bueno, de ahí empecé con el tratamiento. Me hicieron limpieza en el hospital, pero eso se me fue agrandando hasta que casi queda en los tendones”, reconoce el hombre de 63 años, nacido en el municipio de Mesa de los Santos (Santander).

En busca de mejores oportunidades, y debido a la situación de violencia que ha azotado al país durante décadas, Fermín Delgado Mojica y su familia habían llegado, hace 18 años, a Soacha (Cundinamarca), municipio perteneciente al área metropolitana de Bogotá. “El momento de llegar a esta ciudad fue con mis tres hijas, mi esposa y la ropa, solo eso. Luego de un mes, conseguí trabajo y con eso nos desenvolvimos, aunque sea pagando arriendo. Me dediqué a la construcción y al asfalto”, relata.

El incidente fortuito en el andén marcó un antes y un después en la vida de Fermín, pues ese rasponcito fue el desencadenante de una situación compleja que ha tenido que afrontar: la amputación de su pierna izquierda. Si no le realizaban este procedimiento, corría el riesgo de fallecer, pues la úlcera que no se trató oportunamente amenazaba con esparcirse por todo su organismo.

“Cuando me dieron la noticia de amputarme la pierna yo reaccioné mal, decía que me dejaran así, que eso se pasaba, pero después recapacité, cuando hablé con mis hijas, que me dieron fuerzas para tomar esa decisión, en especial la menor, y dije bueno, que pues ya no era caballo de caminar”, manifiesta.

Y agrega: “Es complejo y duro. Los primeros días (luego de la amputación) no hallaba qué hacer, como queriendo como morirse uno, ¡Dios mío! Ahorita ya vamos a decir que he aprendido a afrontarlo y ya saqué adelante mi situación”.

Fermín hace énfasis en la importancia que ha tenido su familia en todo este proceso, que ha sido su principal apoyo, que nunca se ha separado de él y que ha estado “en las buenas y en las malas”. “Ahora con la enfermedad mía les tocó salir a trabajar, entonces ya no se encuentran mucho en casa. Me acompaña es Gabriela, la menor”.

También destaca la calidad de los profesionales de salud que lo han atendido y el seguimiento que le han realizado desde Coosalud, su EPS. “El servicio ha sido excelente. Tienen un muy buen equipo”, apunta.

En ese orden de ideas, Fermín resalta que la atención que recibió fue tan pertinente que, por fortuna, no fue necesario intervenir su pierna derecha, que también estuvo a punto de desarrollar la misma enfermedad. “Bendito sea Dios que se calmó el mal ahí. Lo otro que me dijeron es que se había esparcido por la circulación de sangre, pero uno como campesino no le para bolas a eso; llega usted, se pegó, se paró y arrancó”.

La prótesis de la esperanza

Su rostro y sus manos reflejan el estado de un trabajador incansable, que se vio obligado a cesar sus actividades por su condición. Actualmente, las jornadas de Fermín transcurren con paseos al interior de su vivienda utilizando la silla de ruedas, el caminador o las muletas. Hace algunos meses trasladaron su hogar a una casa ubicada en la localidad de Usme de la capital del país.

También se distrae un poco viendo televisión. No le gustan las telenovelas, ni las películas, pero disfruta con los programas deportivos, en especial, de lucha libre. No puede leer, porque tiene una afección en la vista.

Por estos días, Fermín tiene una luz de esperanza. Se encuentra realizando los trámites para recibir una prótesis. Ya le han hecho varios exámenes de rutina. “Me dicen que al ponerme la prótesis pues yo, con terapias, puedo llegar a caminar. Esa es la ventaja. Con los días que le faltan a uno, pudiendo uno caminar, ya distrae la mente. Por eso, cuando me entreguen la prótesis, será mi alegría más grande”.

“Hay que seguir adelante, la vida no se acaba ahí, la vida sigue y hay que tener resistencia” es el mensaje que le envía a aquellas personas que atraviesan por una situación similar a la suya.

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