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Virginia, una historia de esperanza en medio del cáncer y la crisis migratoria

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Esta es una historia de esperanza y optimismo en medio de la crisis migratoria que afecta a Colombia y Venezuela, y en donde el desempleo, la falta de oportunidades e incluso la violencia marcan una agenda diaria que parece agravarse cada vez más.

En la mañana del domingo 27 de agosto de 2017, Carla y Virginia, madre e hija respectivamente, empacaron varios artículos personales, poco, nada que estorbara, y emprendieron una travesía que los llevaría desde Vigía, en Venezuela, a la ciudad de Cúcuta, en Colombia. El objetivo era claro: la pequeña Virginia, entonces de apenas 3 años de edad, padecía una fuerte leucemia que amenazaba con arrebatarle la vida.

 

Aquel día salieron con rumbo al Hospital de Mérida, donde encontraron el centro de salud deteriorado, sin pediatras, sin medicinas. Según lo relata la misma Carla, “logramos llevarla al Hospital Oncológico de Maracaibo donde le hicieron el aspirado de la médula. Ahí nos tocó pagar todo porque ahora por la situación de nuestro país ya no teníamos dinero para pagar seguro privado. Yo soy mamá soltera, allá trabajaba vendiendo productos de catálogo, comercio informal, y también hacía mensajería, domicilios, porque yo tengo una moto allá, pero el trabajo era difícil por la misma situación”.

 

Carla también relata, en medio de su tristeza, de una vez en que Virginia casi pierde la vida intempestivamente en aquel hospital: “un día la niña tuvo una reacción alérgica y se comenzó a hinchar y le picaba todo el cuerpo, se ahogaba. No había medicina en el hospital para esa alergia, los médicos se miraban muy serios y de pronto, otra vez Dios, una mamita tenía un antialérgico y eso le sirvió. Una oncóloga me dijo: dele gracias a Dios porque se hubiera podido morir de un paro respiratorio.”

 

Después de una larga travesía, Carla y Virginia pudieron cruzar la frontera por Ureña y llegar al Hospital Erasmo Meoz de Cúcuta, en Colombia. Allí la madre mostró su cédula colombiana, pues es oriunda de Bucaramanga, el certificado venezolano y la historia médica de Virginia.

 

Los galenos la examinaron, evaluaron e internaron inmediatamente en una zona aislada, pues presentaba un cuadro de absceso grave en uno de sus brazos. En aquel cuarto, cinco días después, el 6 de febrero del 2017, Virginia pasó su primer cumpleaños en Colombia.
Lo que vino después puede traducirse como el principio del fin. Carla pudo conseguir en Colombia una EPS que pudiera ofrecerle los servicios adecuados a Virginia. Ella lo relata así: “primero hice el trámite con el SISBEN, me acogió el Instituto Departamental de Salud y a los tres meses fui a Coosalud, me habían hablado de esta aseguradora, que era muy buena, entonces fui, llevé los requisitos y desde entonces -hace siete u ocho meses- estoy con Coosalud. Allí siempre he estado orientada por la Jefe Belén. Las quimioterapias se las hacen en la Clínica Medical Duarte y vamos en el transporte que nos pone Coosalud”.

 

En menos de un mes Virginia tendrá su última quimioterapia, con la cual ya se han destruido millones y millones de células leucémicas, y luego pasará a una segunda etapa que consiste en un tratamiento con medicamento.

 

Los médicos dicen que Virginia prácticamente está curada, aunque prefieren ser reservados en cuanto las posibilidades que siempre existen, de que cualquier cáncer se reactive. Por un tiempo deberá realizarse exámenes periódicos para monitorear sus avances.

 

Esta es una historia de esperanza y optimismo en medio de la crisis migratoria que afecta a Colombia y Venezuela, y en donde el desempleo, la falta de oportunidades e incluso la violencia marcan una agenda diaria que parece agravarse cada vez más.

 

Carla sueña con quedarse a vivir en Colombia, siempre y cuando pueda conseguir un empleo, algo que por ahora no tiene por la enfermedad de su hija.

 

Virginia también quiere quedarse en el país. No solo le gusta, sino que aquí ha hecho nuevas amigas, entre ellas María Belén, asistente de riesgo de Coosalud.

 

“Mas que pedir a Dios, le agradezco porque amaneció, porque estamos respirando” dice Carla mientras le acaricia la espalda a su hija recostada en sus piernas, a la que no ha dejado sola un instante desde ese 27 de agosto del 2017 cuando la diagnosticaron con leucemia.

 

La enfermedad ya no está en su sangre, solo queda en los archivos médicos.

 

En el 2022 se sabrá si ella está totalmente curada. Todo indica que así será.

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