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Historias de vida

Fue diagnosticada en 2019

“En mi proceso, nunca he sentido angustia, ni complejos”

En el ejercicio, el baile y el canto, Melissa Torres Avella ha encontrado la manera de canalizar las consecuencias de la enfermedad que le fue diagnosticada en 2019 y, por la cual, su tobillo izquierdo tuvo que ser amputado.    

Tras la cirugía, asistió, inicialmente, a seis sesiones de quimioterapia, de cuatro días consecutivos cada una. “Recuerdo que, esas sesiones para mí eran terribles, porque obviamente eso es un desgaste, no solamente físico, sino también emocional, hormonal… Yo no me hallaba, permanecía irritable. Hubo momentos en los que me venían a visitar y yo no quería recibir visitas. De hecho, una vez, mi mejor amiga se quedó aquí (en mi casa) conmigo y se había echado algo en la cabeza, como un tratamiento de frutas para el cabello, y yo le dije: «Lárgate, no te soporto» y ella, claro, se sorprendió, porque yo no suelo ser así, pero enseguida entendió que no era yo, sino consecuencia de las quimios”.

Paradójicamente para algunos, mientras que el proceso de la amputación lo tomó con mucha serenidad, afrontar la pérdida de su cabello fue uno de sus mayores desafíos. “Yo me gradué como comunicadora social y periodista de la Universidad Tecnológica de Bolívar, en abril de 2019. Ese fin de semana del grado, para celebrar, nos fuimos para una finca. Era un domingo, eso nunca se me olvida. Yo tenía un calor horrible, también porque por el tratamiento (de quimioterapias) me sentía acalorada, y me fui a recoger el cabello y fue impresionante la cantidad de cabello que se me iba quedando en las manos; no me podía peinar, no me podía recostar a nada, porque se seguía cayendo. Yo no veía la hora de volver a la casa después de eso”.

Tras la cirugía, asistió, inicialmente, a seis sesiones de quimioterapia, de cuatro días consecutivos cada una. “Recuerdo que, esas sesiones para mí eran terribles, porque obviamente eso es un desgaste, no solamente físico, sino también emocional, hormonal… Yo no me hallaba, permanecía irritable. Hubo momentos en los que me venían a visitar y yo no quería recibir visitas. De hecho, una vez, mi mejor amiga se quedó aquí (en mi casa) conmigo y se había echado algo en la cabeza, como un tratamiento de frutas para el cabello, y yo le dije: «Lárgate, no te soporto» y ella, claro, se sorprendió, porque yo no suelo ser así, pero enseguida entendió que no era yo, sino consecuencia de las quimios”.

Conoce la historia, narrada por sus protagonistas

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Paradójicamente para algunos, mientras que el proceso de la amputación lo tomó con mucha serenidad, afrontar la pérdida de su cabello fue uno de sus mayores desafíos. “Yo me gradué como comunicadora social y periodista de la Universidad Tecnológica de Bolívar, en abril de 2019. Ese fin de semana del grado, para celebrar, nos fuimos para una finca. Era un domingo, eso nunca se me olvida. Yo tenía un calor horrible, también porque por el tratamiento (de quimioterapias) me sentía acalorada, y me fui a recoger el cabello y fue impresionante la cantidad de cabello que se me iba quedando en las manos; no me podía peinar, no me podía recostar a nada, porque se seguía cayendo. Yo no veía la hora de volver a la casa después de eso”.

Y agrega: “Ni siquiera fue posible hacerme una peluca con mi mismo cabello, porque como me habían hecho un peinado para la graduación, estaba todo sucio de laca. (…) Y es la hora y todavía no me hallo con peluca, porque es que mi cabello es rizado y las pelucas las hacen normalmente lisas, pero ahí voy…”. 

En contraste, el 7 de diciembre de ese mismo año, Melissa recibió el mejor regalo con ocasión de su cumpleaños: una prótesis. Una prótesis que no solo significaba “recuperar” una parte muy preciada de su cuerpo que el cáncer le había arrebatado unos meses atrás, sino que, –para ella– era sinónimo de independencia, de liberación, de renacer.

La adaptación a la prótesis la califica como “muy rápida”, y fue posible gracias a su fuerza de voluntad y a las terapias que le fueron ordenadas. “Me habían mandado 23 sesiones y cuando iba como por la 15 ya yo dominaba la marcha. De atrevida –comenta entre risas– me fui a un entrenamiento y me puse hasta a bailar, obviamente suave, al principio. Ya después fue solo mejorar la técnica para caminar y que no se viera digamos, cojeando, sino natural”.

Reaparición  

El 26 de enero de 2021, exactamente dos años después de su primera cirugía, Melissa tuvo que ser operada de nuevo, porque la enfermedad le había migrado a un pulmón. Y ahí no acababa. Una fuerte migraña, acompañada de dolor en los ojos, que no cedía con ningún analgésico, fueron las señales de alerta para un nuevo diagnóstico: el cáncer se le había trasladado a la cabeza. Tras permanecer un tiempo hospitalizada, mientras le practicaban estudios y se le disminuía la inflamación en el cerebro, fue intervenida quirúrgicamente el 12 abril de 2021.

Desde entonces, radioterapias y quimioterapias periódicas la han seguido acompañando. Actualmente, los médicos están evaluando la continuidad de su tratamiento. Entre tanto, ella, a sus 27 años, se continúa mostrando fuerte. “Esta valentía, esta fuerza, esta manera de cómo tomar esta enfermedad no es humana, ¿sabes?, esto viene de Dios. Él me ha regalado el entendimiento para afrontar esta prueba, creo que, por eso, nunca he sentido ni angustia, ni complejos”.

Y, por supuesto, en este proceso, ha encontrado el apoyo de sus padres, Edwin Torres y Marlene Avella, de su hermana, Mariangel, y de su perrito, Ricky, a quien considera como un hijo; así como de su EPS y de sus pastores y amigos de la iglesia a la que asiste.

Más allá de su condición de salud, Meli, como es conocida entre sus allegados, se reconoce como una mujer activa, que no se estanca, sino que siempre busca ver más allá de las situaciones, desde otro punto de vista, desde otra perspectiva. “Me encanta dormir –y ríe cuando lo dice–. En mi rutina, incluyo siempre el ejercicio, soy una amante del gimnasio, entreno 15 años. Esa ha sido como una pasión, disfruto mucho hacerlo. También me encanta el baile y cantar, esas tres actividades han sido mi mejor terapia”, apunta.

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