Historias de vida

Tras contagiarse y superar el covid-19, siente que su familia la quiere mucho más

“Mami, quiero que te pongas mucho alcohol para poderte abrazar”, le decía su hijo de 6 años.

Ella estaba asintomática. Sin embargo, decidieron realizar pruebas de rutina a todos los empleados de su oficina que habían compartido con una compañera que tuvo síntomas y arrojó positivo para covid-19.

Cuando le comunicaron el resultado, el 6 de abril, se puso a llorar, pensaba en sus dos hijos, de 5 y 6 años. Kelis se fue a vivir otra vez a la casa de sus suegros, con su esposo, su cuñada y sus dos hijos. Se aisló totalmente en un cuarto con una cama, un ventilador y su celular.

Supo que estaba contagiada en la mañana y, en la tarde, todos los vecinos del barrio, y sus amistades, ya se habían enterado.

Le entregaron un kit con tapabocas, alcohol, gel antibacterial y termómetro. El equipo de atención de Coosalud, desde Sincelejo, comenzó a realizarle seguimiento telefónico diario, a través de las prestadoras Salud Familiar y Vida Plena.

Su suegra, que tiene un restaurante de carretera (hoy día cerrado por la pandemia), le cocinaba y le entregaba la comida en la puerta de su habitación, y ella comía encerrada, sentada en la cama. Tenía sus dos platos, cuchara, cuchillo y tenedor, que nadie más usaba. Los desayunos: yuca sancochada con suero y ajonjolí con café.

Ahí, en esa habitación, pasó su cumpleaños número 35.

Cuando utilizaba el único baño de la vivienda, lo secaba y limpiaba muy cuidadosa, con desinfectante y jabón antibacterial. Era exageradamente rigurosa, y todo lo dejaba bien seco, como si nadie lo hubiera usado antes.

La gente no caminaba por la acera de su casa, pedían que la sacaran de Los Palmitos, su pueblo, en Sucre.

Ya habían transcurrido los 14 días durante los que debía permanecer en aislamiento obligatorio, después de que el 6 de abril diera positivo para covid-19.

Cuando Kelis, después de dos pruebas con resultado negativa, y finalmente recuperada, fue a la tienda de su barrio a comprar unos huevos para el desayuno, le cerraron la puerta en la cara.

En las calles de su municipio, aún nota que la gente ‘cuchichea’ cuando la ven pasar.

No obstante, la situación en casa la fortalece. Sus hijos la abrazan mucho y más fuerte todo el día. Ella siente que su esposo, y sus suegros, también la quieren mucho más.

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