Assad Amir Payares Vega tuvo un accidente casero que le afectó su ojo izquierdo. Esta situación le provocó depresiones y dificultades de movilidad. Hoy, tras la postura de una prótesis y el apoyo de su familia y Coosalud, su EPS, goza de una mejor calidad de vida y desarrollo psicosocial.
En medio de una temporada navideña, la vida de Assad Amir Payares Vega dio un vuelco inesperado cuando caminaba desde el interior de su casa, en Cúcuta, Norte de Santander, al patio del inmueble.
En el mismo instante, Bella Isabel, su hermana, lanzó una varita al aire, pero con tan mala suerte que fue a parar a uno de los ojos de Assad Amir. El objeto no cortó ni el párpado, ni el pómulo. Acertó a caer en interior del órgano y produjo dos heridas que redujeron significativamente la capacidad visual del niño.
Desde ese momento, Maribel Vega Moreno (modista, viuda y madre de ambos niños) debió emprender por su cuenta, y con sus pocos conocimientos, la rehabilitación psicológica de sus hijos, incluso de la niña, quien no dejaba de sentirse culpable por el percance que afectó a su hermano.
“Durante todo este tiempo —relata Maribel— les he inculcado que lo ocurrido no fue más que un accidente. La niña lanzó esa varita como hubiera lanzado cualquier otra cosa inofensiva. Por eso, en mi casa no se toca ese tema; y, en vez de eso, lo que hago es reanimar constantemente al niño, diciéndole que él es el hombre de la casa y el motor de la familia”.
Lo siguiente fue poner al niño en manos de expertos. Inicialmente, los galenos propusieron la extracción del ojo, para reemplazarlo por una prótesis de vidrio, pero Maribel se opuso y reanudó la gestión en la Clínica Peñaranda, donde fue sometido una operación exitosa, en el sentido de que se pudo mantener la materia acuosa del órgano visual.
Luego, vino lo más complejo. Bajo el dominio de su nueva condición física, Assad Amir fue atrapado por una especie de depresión que le aminoró el apetito y lo hundió en el llanto permanente, además de que la movilidad se le hizo dificultosa, puesto que se tropezaba con todo y hasta se caía, aunque intentara caminar tramos cortos.
“Ese fue un proceso largo y duro —recuerda la madre—, porque al principio me pareció que debía consentirlo, pero lo que logré fue que se sumergiera más en su depresión y en sus dificultades de movilidad. Viendo esos resultados, pensé que debía mostrarme tan fuerte como lo era el problema. Ahí fue cuando opté por animar a mi hijo, a decirle que él no era menos que nadie, que él podía salir adelante, que él es el motor de la familia y que no debía amilanarse por nada”.
Seguidamente, su madre y su hermana se pusieron de acuerdo para estar pendiente de cada movimiento del niño, pero sin correr a ayudarlo, como hacían al principio, a menos de que fuera estrictamente necesario. Debido a eso, Assad Amir recuperó rápidamente su movilidad y demás destrezas, adelantos que asombraron a los médicos, quienes habían pronosticado que los cambios positivos se verían dentro de un año o año y medio, pero se lograron en seis meses.
En estos momentos el niño es muy activo: corre, baila y juega como cualquier infante de su edad, lo que no impide que madre y hermana estén atentas a sus movimientos, más cuando en el hospital les comunicaron que en esas condiciones podría contraer alguna infección.
Maribel reconoce que, en Coosalud, EPS a la que fue trasladado “la atención ha sido excelente”, según sus propias palabras, lo que se ha traducido en buena calidad de vida para el menor y para el resto de la familia.
“Antes de que le pusieran una prótesis adecuada —continúa Maribel—, el niño debía sortear las preguntas de los curiosos que querían saber qué le había pasado en el ojo. Incluso, hubo algunos que hasta se atrevieron a burlarse llamándolo dizque ‘tuerto’. Tuve entonces que mostrarle videos de niños mutilados en las piernas, los brazos o a los que les faltaba un ojo; y le hice saber que muchas veces Dios nos manda esas situaciones para que aprendamos a ser más fuertes. Con la postura de la prótesis, su ánimo mejoró considerablemente”.
Ese pequeño elemento ha logrado que el ojo izquierdo de Assad se vea casi que normal, pues el párpado no se le ha caído y las preguntas de los curiosos han simplificado ostensiblemente, aunque la madre le recomienda que, si en algún momento no siente deseos de ponerse la prótesis, que no lo haga. “Lo importante es que se sienta bien de la manera que él quiera”, añade su progenitora.
La prótesis le es retirada mensualmente y se le aplican gotas ópticas, de acuerdo con la prescripción médica. Tras ser orientada sobre cómo hacerlo, pronto Maribel debió asumir la función de retirarla, lavarla y reinstalarla.
“Al principio, esa experiencia me parecía un poco fuerte —advierte—, porque no es lo mismo hacer ese procedimiento con un paciente extraño que con el propio hijo de uno. Siempre pensaba que podría hacerle daño, pero ya se ha ido acostumbrado y hasta me dice que se la ponga cuando desea tenerla, y hasta duerme con ella”.
Algunas veces Maribel se cuestiona sobre su rol como persona y madre de familia, partiendo del hecho de que, primero, perdió a su pareja de manera temprana, lo que, obviamente, causó un trauma en la dinámica hogareña. Y no pasó mucho tiempo de esa pérdida, cuando ocurrió el accidente con Assad Amir y su proceso de rehabilitación, tanto física como psicológica.
“Ambas etapas trajeron días en los que me preguntaba qué había hecho mal, por qué me pasaban esas cosas, por qué precisamente a mí. Pero me repito que son determinaciones que Dios toma, para que aprendamos a ser fuertes. Mi esposo era el eje de esta casa, la fortaleza, la columna. Mi hijo dice que se siente como él”.
Por su parte, y hasta el momento, Assad se muestra como un niño convencional, tanto en su rutina escolar como cotidiana, pues, al tiempo que asiste al colegio, también recibe clases dirigidas, se divierte con videos, jugando fútbol, nadando en piscinas y visitando los parques cercanos a su casa, donde socializa con el resto de los niños del barrio. Son pocas las veces en que se mantiene quieto, por temor a chocarse con las cosas, como le pasaba recién sufrido el accidente.
Casi desde el mismo momento del percance, Bella Isabel se ha comportado como una segunda madre para Assad Amir, sobre todo, cuando Maribel debe asistir a su trabajo. Bella lo acompaña en sus deberes escolares, lo vigila para que no se haga daño y hasta le cocina pancakes, su plato preferido.
“El recuerdo más recurrente que tengo de todo este proceso fue ver a mi hijo con el rostro ensangrentado y tener el presentimiento de que iba a perder el ojo, pero, al mismo tiempo, la fe de encontrar un buen médico, mediante el cual Dios hiciera el milagro de salvarle la vista. Pero, en el fondo, sabía que sería difícil. Por eso, le pedía tanta fortaleza al señor para sacar a mi hijo adelante, ya que sin Dios no somos nada”, rememora la madre.
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