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Historias de vida

Danna Valentina.|

Sus primeras palabras, un sonido de esperanza

Danna Valentina nació con una malformación congénita. Cuando tenía siete meses, los médicos descubrieron que, al parecer, la pequeña sufriría de sordera. Sin embargo, después de cumplir su primer año, empezó a balbucear, lo cual les regaló fe a sus padres. Aunque sí su audición era limitada, una cirugía y las terapias de lenguaje han sido claves para su mejoría.

El primer año de vida de su hija Danna Valentina, lo recuerda como una época un tanto compleja. En su mente, Andrea tiene imágenes de la pequeña sentada en un rincón de la sala de la vivienda donde residen en Bogotá. “Permanecía muy tranquilita, no interactuaba con nadie, no jugaba”, refiere, al tiempo que reconoce que esa situación, por supuesto, la entristecía, porque quería ver feliz a su dulce y tierna niña.   

Su embarazo había transcurrido con normalidad, sin mayores contratiempos. Fue clasificado como de “alto riesgo”, para hacerle un mayor seguimiento a su estado de salud, teniendo en cuenta que durante los controles prenatales detectaron que el riñón izquierdo de la bebé era más pequeño que el derecho. De resto, no se identificó ninguna otra condición médica. Por eso, cuando Danna nació, tanto a los médicos y, desde luego, a su madre, les tomó por sorpresa ver que había llegado al mundo con una malformación congénita, que se evidenciaba, sobre todo, en su rostro, incluidas sus orejas.   

“Cuando nació y me la pusieron acá —relata Andrea Cárdenas Cuenca, señalando su pecho—, el doctor que atendió el parto me preguntó: «¿Usted sabía que la niña venía así?», y yo le dije que no, que lo único que yo sabía era que venía con la molestia en el riñón, pero que, de resto, todas las ecografías me habían salido bien”.   

Conoce la historia, narrada por sus protagonistas

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Y continúa: “No me dejaron salir de la clínica al día siguiente, sino como después de cuatro o cinco días. Nos pusieron psicólogo —dice, refiriéndose a ella y a su esposo— y nos asignaron seguimiento con el Bienestar Familiar (ICBF, por sus siglas), porque, a veces, cuando nacen los niños con condiciones especiales, las mamás salen con ellos y los abandonan”.  

A los siete meses, llegó un diagnóstico que la estremeció. Un examen arrojó que, al parecer, Danna sufría de sordera, razón por la cual se le recomendó a Andrea y a su pareja que tomaran el curso para aprender lengua de señas.   

Pero ellos no se sintieron muy conformes con dicho diagnóstico, no se resignaban a que su niña “nunca podría escuchar, ni hablar”, como les habían indicado los médicos. 

Y poco después de que Danna Valentina cumpliera su primer año, sucedió. “Estábamos ahí todos en la sala: su papá, su hermano, Brayan, que ya tiene 14 años, y yo. Ella estaba allá jugando con sus muñecos, cuando comenzó a decir: «¡Papá, papá!». De una vez, nosotros volteamos a mirar y yo le dije: «Valentina, ¿qué es lo que dices?», y ella siguió diciendo: «¡Papá, papá!».

Sumada a la emoción habitual que experimentan los padres al oír a su bebé pronunciar sus primeras palabras, para ellos representaba la esperanza de que su pequeña podía escuchar y llegar a comunicarse con su voz. Sí era claro que la niña tenía la audición limitada, debido a la afectación visible en su canal auditivo, pero que balbuceara les devolvía la fe. “Nos dio demasiada felicidad”.  

A partir de ese momento, gestionaron para que asistiera a terapias de lenguaje. “De ahí se fue soltando de poquito, a hablar con el papá, a llamarme a mí, al hermano…” 

 

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Tratamiento y recuperación 

El siguiente paso sería tramitar con su EPS de entonces para que le hicieran las intervenciones de reconstrucción del canal auditivo. Sin embargo, el proceso se dilató por algunos años y no fue sino hasta cuando la asignaron a Coosalud, por disposición del Ministerio de Salud y Protección Social, que se hizo realidad.  

 

El 16 de septiembre de 2021, a las 2:30 de la tarde, entró al quirófano. El objetivo de esta primera operación era colocarle implantes que le permitieran mejorar su audición. “El momento en el que ingresó a la cirugía fue terrible para nosotros como familia —confiesa—, porque los doctores nos explicaron que tenían que abrirle la cabecita y eso nos angustiaba mucho, pero igual lo asumimos. Salió a las 5:30 de la intervención. Luego, la recuperación fue rápida, no fue tan demorada para nada, la trajimos a casa y la recuperación fue total. Excelente”.  

A partir de ahí, tuvo una evolución muy positiva, tal como reconoce Andrea. “Escucha supermejor, habla más claro, ya desde lejos nos escucha y no nos toca alzarle la voz. Antes no sabía leer y ahora ha ido aprendiendo a leer poco a poco. La cirugía ha dado muy buenos resultados”.  

Danna Valentina, que ya tiene ocho años, continúa asistiendo a terapia de lenguaje, cada tres días. Por lo demás, lleva una rutina y aprendizaje como el de cualquier niño de su edad. Cursa tercero de primaria en una institución educativa del sector donde reside. De acuerdo con su mamá, ya sabe sumar, restar, hacer multiplicaciones. Le encanta ir al colegio y siempre ocupa los primeros puestos entre los estudiantes de su grado y le entregan menciones de honor. Además

A mediados de marzo de 2022, a Danna le practicaron otra cirugía para colocar prótesis en cada una de sus orejas, con el fin de avanzar en la reconstrucción en la parte física, en beneficio de su calidad de vida.   

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